lunes, 21 de mayo de 2007

Crítica [Ismael Serrano]



DIARIO 16
08/09/2000
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No hay que confundir lo actual con lo moderno, aconsejaba Cortázar. La modernidad en la música viene regida por los criterios de la crítica periodística. Y en estos días la crítica está bajo sospecha. La prensa especializada nos trata de convencer de que reivindicar el legado musical de Los Nikis, de Alaska y los pegamoides, de la movida madrileña, es de gente moderna e informada. Puede ser así. Por otro lado, también nos dicen que la canción de autor que toma como referencia la música más o menos comprometida de gente como Luis Pastor, como Luis Eduardo Aute y tantos otros, es un anacronismo en estos tiempos de globalización en los que la historia termina. Vale. Se les acusa de nostálgicos a los que hacen una canción comprometida con la realidad, los que leen poemas de Celaya, los que se mojan. Pero esto no sólo afecta a la canción de autor. Sospechosamente, todo lo que tenga un mínimo tufillo a ideología, a compromiso, le repugna a la crítica. Ya se pasó la época de los puños en alto y de tapar la calle. Hay que relativizar: todo vale y ser rojo es ser un moña. Si te emociona Serrat o Jacques Brel eres un mierda, pero si suspiras con nostalgia escuchando Todos los paletos fuera de Madrid o Gran ganga, estás en la onda. Así que uno no está a la moda. Al parecer, crecer oyendo a Silvio o a Víctor Jara es pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Tararear conmovido Terror en el hipermercado es ser actual y ¿moderno?

Crecí escuchando las canciones de Manolo García. Tarareo las de Auserón cuando voy en el coche camino de tu casa. Tu vientre es el sitio de mi recreo. Pero cuando en tus fiestas una guitarra llega a mis manos, cantamos Te recuerdo Amanda o una de Silvio, tú te arrancas por Mediterráneo y al final hasta nos atrevemos a entonar Cadillac solitario. Qué se le va a hacer.

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