miércoles, 11 de julio de 2007

Corazón, frágil corazón



Cerveza en una terraza Segoviana. Espalda con espalda, un anciano sufre un ataque al corazón. Al principio, no me percato de la situación, no soy consciente de que aquel hombre puede estar perdiendo la vida. Me avisan.

Una legión de curiosos, como no podía ser de otra manera, invade la terraza. Detienen su paso, estiran su cuello, se hacen comentarios al oído. Yo no puedo hacer nada, son sus familiares quienes reaccionan. Me limito a volver la cabeza y miro al horizonte. Los curiosos, en cambio, no pueden evitar seguir ingeriendo carroña...

Ambulancias y médicos, dedos señalando y ceños fruncidos, muchos "¿por qué?" y pocos "no pasa nada". Es entonces cuando yo me siento abducido por mi propio estado de ánimo. Qué efímera es nuestra vida...

Algo me identificó con aquel hombre. Teníamos una lucha encarnecida contra el corazón (salvando las distancias, claro está). Él, intentando aferrarse a su vida. Yo, renunciando a la mía.

Sinceramente, no creo que olvide en mucho tiempo a aquel hombre. No se ni cómo se llamaba, pero yo tenía un hondo pesar en mi pecho y fue el suyo el que me hizo reflexionar. Logré rectificar el rumbo. Me cuentan que él salvó su vida.

Ahora el camino es un poco más complicado. La verdad es que me niego a renunciar a la persona a la que quiero, por muy dificiles que se pongan las cosas. Y siempre he defendido que el querer es sinónimo de sacrificio. Ya lo dice Fito:

Yo le doy mi querer al querer
y lo doy para toda la vida.
Si quisiera vivir de placer
me buscaba un amor de cantina

Así que me pondré el mono de trabajo y seguiré a tu lado, intentando alegrar tu vida y procurando hacerte ver lo grande que eres, cada día. E incluso queriéndote en secreto de vez en cuando...

Renuncar a ti hubiera sido el mayor error de mi vida.

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